miércoles, marzo 21, 2018

DERECHOS HUMANOS: ¿SE ACABÓ EL NEGOCIO?



Muchas teorías se han elaborado para tratar de explicar el frustrado cierre de la cárcel de Punta Peuco. Unos culpan de todo al ex Ministro Campos y a su negativa de firmar los decretos de cierre a horas del cambio de mando. Otros, culpan a Michelle Bachelet que, si bien habría tenido la intención de cerrarlo, se demoró cuatro años y ya era muy tarde para concretarlo.
Me aventuro con una teoría distinta: Michelle Bachelet nunca quiso cerrar Punta Peuco, al igual que la mayoría de la entonces coalición oficialista. En un análisis frio y calculador, la ex mandataria sacó las cuentas y llegó a la conclusión de que mantener abierto Punta Peuco le permitiría extender el negocio político que significan los derechos humanos en Chile.
Pero se equivocó, doblemente.
Primero, porque no tenía contemplada la rebelión de última hora del Ministro Campos. Seguramente los estrategas de Palacio diseñaron el minuto a minuto de un decreto que se firmaría, pero que luego sería revocado por la nueva administración, instalando de lleno el debate sobre el pasado en el comienzo del Gobierno de Piñera. ¡Que glorioso final! Michelle Bachelet cumpliendo su promesa y el nuevo Gobierno en una encrucijada brutal que terminaría por alienar a los opositores y marcar el paso del retorno de la izquierda prontamente.
Pero todo eso falló, gracias a la osadía de Campos. Sea por un resquicio, sea por convicción, lo que hizo el ex Ministro fue arruinarle la estrategia a Michelle Bachelet y dejar inconcluso su accidentado legado. Lo que sería un broche de oro a su gestión, terminó siendo un bochorno y revelando el nivel de improvisación y desprolijidad con que siempre actuó el Gobierno.
En segundo lugar, Bachelet cometió un error adicional: seguir creyendo que el negocio de los Derechos Humanos seguía vigente y que aprovecharse de ellos les podría seguir rentando políticamente en el futuro.
De otra manera no se explica que en cuatro años no haya hecho nada para cerrar Punta Peuco. Tampoco se explica que, incluso con la negativa del Ministro Campos, no haya extremado las opciones para materializar su voluntad, nombrando un Ministro de emergencia y ejerciendo su potestad de manera directa. Simplemente, Michelle Bachelet no lo quería cerrar, porque creía, equivocadamente, que la izquierda podría seguir sacando provecho del tema.
Los derechos humanos han marcado la agenda política de nuestro país desde el retorno a la democracia. La figura del General Pinochet, la evolución de la justicia y la politización de las causas criminales, fueron construyendo un ambiente propicio para explotar al máximo los dividendos políticos de este concepto.
Tanto así, que las víctimas fueron quedando de lado, para dar paso a los voceros de ellas que, primero desde tribunales y luego desde el Congreso, fueron imponiendo una narrativa que modificó completamente la visión de izquierda y de derecha sobre el pasado reciente. Ni siquiera los masivos procesamientos o la muerte de Pinochet pudieron sepultar el tema, que alcanzó la cúspide en el primer gobierno de Piñera, con el reconocimiento de la derecha al rol de los llamados cómplices pasivos.
Sin embargo, lo que constituyó un climax, también fue el comienzo de su decaimiento.
Desde un extremo, la concesión total de la derecha gobernante fue un golpe al orgullo propio y el comienzo de una rebelión interna. ¿Por qué seguimos reinterpretando el pasado al antojo de la izquierda? Es difícil encontrar a algún actor relevante de la derecha que niegue las violaciones a los derechos humanos y no esté dispuesto a condenarlas. Más allá de las caricaturas, la derecha está reformada y las miradas están más puestas en el futuro que en seguir resucitando el pasado, lo que incluye por cierto empezar a cuestionar las credenciales democráticas y el doble estándar de la izquierda.
En el otro extremo, la irrupción del Frente Amplio como un catalizador de savia nueva, también promueve un cambio sustantivo respecto de la mirada de los derechos humanos. Ya no se limita a la pregunta del, ¿Dónde están?, sino que es mucho más amplio y se extiende y prioriza a los derechos sociales y sexuales, entre otros. El reciente resultado electoral, motivado por el apoyo masivo de las generaciones más jóvenes, ha dejado fuera de juego al discurso clásico de la izquierda y relegado el eje dictadura – concertación a un tercer plano.
Pero la consecuencia más grave de la explotación de los derechos humanos por parte de ciertos actores, ha sido el impacto en las propias víctimas. Eso reflejan las palabras de Carmen Gloria Quintana, que en su crítica descarnada cuestiona el que se burlen del dolor de quienes dieron todo por recuperar la democracia y que el bochorno de Punta Peuco es una falta de respeto cruel con el dolor de las víctimas y de la sociedad. Este es el mensaje de fondo y el signo inevitable de una sociedad que ha cambiado.
La Presidenta Bachelet no sólo erró en la forma, sino que en el fondo de su estrategia. Los cambios en nuestra sociedad demuestran que, independiente del rol que juegue el Ministro Campos, cada día rentará menos jugar con el dolor de la gente y que la bandera de los derechos humanos difícilmente podrá seguir siendo el comodín ganador de las contiendas políticas del futuro.
Cristián Valenzuela.

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