lunes, mayo 30, 2016

CARABINEROS O LAS CASTAÑAS QUE SACA EL GATO.


El incendio provocado por encapuchados que causó la muerte del guardia Municipal Eduardo Lara y sus posteriores reacciones colocó a Carabineros en el centro del debate.  El tema merece ser reflexionado con detención.
¿Cómo se explica que la delincuencia sea considerado el problema más grave en nuestro país y, al mismo tiempo, las personas coloquen a Carabineros en el sitial de la institución mejor evaluada?
Uno debiera esperar que si la gente considera que la seguridad es un problema desbordado, también evaluara críticamente a los responsables directos de su control.  Sin embargo, ocurre lo contrario. La opinión pública sigue viendo a Carabineros como parte de la solución y no como parte del problema.
¿Está equivocada la gente? ¿Si las personas tienen razón y los Carabineros hacen bien su trabajo, quiénes lo están haciendo mal? ¿Es razonable la confrontación que se ha producido entre la Directora del INDH, Lorena Fries, y la policía? ¿La declaración del General Villalobos después de los incidentes del 21 de mayo se aparta del rol que le corresponde?
Son muchas preguntas respecto de las cuales intentaré trazar una visión coherente a partir de una posición clara: Carabineros tiene problemas, pero Carabineros no es el problema.  En el tema de la delincuencia y el control del orden público nuestra sociedad evidencia una falla estructural: no hemos logrado un acuerdo mínimo respecto del punto de equilibrio en que el imperio de la ley, con las restricciones indispensables que acarrea, actúa como garantía de la libertad individual.
Ejemplo paradigmático de ello es la siguiente contradicción: el 21 de mayo del 2015, en las manifestaciones, salió gravemente lesionado un joven producto del accionar del “guanaco”. El funcionario involucrado fue perseguido penalmente y Carabineros ampliamente censurado por su procedimiento. Un año después, en idénticas circunstancias, los encapuchados dieron muerte a un trabajador y hubo otra avalancha de críticas, pero ahora por su falta de actuación; la “guinda de la torta” la coloca Lorena Fries criticando la inacción policial.
Si alguien conoce un ejemplo mejor del viejo refrán popular: “palos porque bogas, palos porque no bogas”, por favor que me lo cuente.
Estamos frente a un problema esencial y profundamente político, muy mal resuelto.  Circunscribirlo a su dimensión técnica, enfocándose en los procedimientos policiales es eludir el bulto.  No ganamos nada –o casi nada- convirtiéndonos en una suerte de críticos de televisión revisando videos de la actuación policial y juzgando dónde el funcionario x actuó bien y el funcionario z, mal.
Por lo mismo, tampoco se trata de plantear el debate en el eje “defensores versus críticos de Carabineros”.  Eso me parece francamente absurdo.  El tema de verdad está en el estatuto que regula el uso legítimo del espacio público por los particulares.
Es evidente que aquí mantenemos diferencias políticas profundas y que se ha impuesto, en los hechos, la visión de los que consideran al encapuchado un manifestante por sobre los que lo consideramos un delincuente.
Los que estimamos que la policía debe repeler la agresión de que es objeto con piedras, bloques de concreto y palos con una fuerza proporcional y mantener el orden público, estamos siendo derrotados por los que consideran que debe “actuar por presencia”. Así podría proseguir con una larga lista que también se aplica a las normas de prevención y control de otras formas de delincuencia.
Es imposible negar que también influye el trauma de la “represión” heredado del período de gobierno militar.  Tanto quienes fueron adversarios, como quienes fueron partidarios –o se les puede asociar a esa posición- se inhiben, porque algunos de los primeros no quieren ser tildados de traicionar sus luchas del pasado y entre los segundos hay otros que no quieren ser asociados a prácticas dictatoriales.
No es sano mantener esta indefinición y que la proyectemos en el juicio que se hace de cada procedimiento policial en particular. El problema es político y debe resolverse en esa sede.
Esta elusión ha incentivado también a los mandos de la policía a entrar en un debate que, en rigor, no les corresponde.  Por ejemplo, la declaración del General Villalobos, en que reclama las permanentes críticas a su institución y señala que hay una falla de la sociedad chilena en general.  En rigor es una declaración política, no partidista obviamente, pero política.
En abstracto yo quisiera que la policía no hiciera declaraciones de ese tenor, pero una cosa es hablar en abstracto y otra es tener que hacerse cargo de la realidad concreta.  Al General Director de Carabineros la sociedad le encarga dirigir una institución con más de 50 mil funcionarios, que desarrollan una labor ardua, en condiciones austeras por decirlo suavemente, arriesgando su vida o su trabajo –esa es la dualidad en que los hemos colocado- y soportando el juicio público a diario.
Le doy a cualquiera la tarea de conservar la mística de sus funcionarios y afirmar su liderazgo interno en este contexto. Entonces, es evidente que las circunstancias lo llevan a los límites de la cancha, otro efecto perverso de la posición en que hemos puesto a la policía por la indefinición política.
Las críticas hechas a Carabineros por los acontecimientos de los últimos dos 21 de mayo expresan una manifiesta contradicción: o Carabineros actuó mal el 2015, cuando el chorro de agua lesionó al manifestante; o actuó mal el 2016, cuando no impidió que la turba quemara el edificio en que murió el guardia.
Aquí lo que no está claro es la definición política del encargo que la sociedad le hace a la policía y, por lo tanto, cuál sería el incumplimiento reprochable. Reducir esto al análisis de los procedimientos es una visión pueril del problema.
Mientras el sistema político no enfrente de verdad este debate y haga un encargo conceptualmente claro a Carabineros seguiremos en polémicas inconducentes, eludiendo el bulto y discutiendo en cada caso si los carabineros lo hicieron bien o lo hicieron mal. En otras palabras: sacando las castañas con la mano del gato.

Gonzalo Cordero, #ForoLíbero

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