jueves, diciembre 18, 2014

CINISMOS DE LA DICTADURA JUDICIAL.


Tocqueville decía que la dictadura de los jueces es la peor de todas, porque es la única que no tiene remedio. En efecto ¿a quién se recurre ante los atropellos de los jueces de izquierda? A otros jueces de izquierda o a tribunales colegiados con mayoría de izquierda. En otras palabras, en Chile no hay adónde recurrir.

          La dictadura judicial en materia de derechos humanos ya ha propasado todo límite, y atropellado reiteradamente los propios derechos humanos de los militares, en particular de octogenarios enfermos, condenados ilegalmente y a los cuales ni siquiera se les reconoce sus beneficios carcelarios. Y, además, dicha dictadura judicial está más cínica que nunca.

          Pues el cinismo, según la Real Academia, “es la desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables”. Bueno, nuestra justicia de izquierda, partiendo por la mayoría de la “sala penal” de la Corte Suprema hacia abajo, ha hecho públicos y reiterados ejercicios de cinismo, pero últimamente ha batido sus propias marcas en dos casos.

          Así, en el juicio politizado mediante el cual un juez de triste memoria (y que ha quedado en el basurero de la historia) decretara el desafuero del senador Pinochet, ese singular “magistrado” debió pasar por sobre todas las leyes, la verdad de los hechos y las pruebas del proceso, en el estudio del cual me especialicé, tanto que escribí en 2001 un libro, al respecto, “La Verdad del Juicio a Pinochet”, que estuvo largamente entre los más vendidos y mereció tres ediciones, con un total de 4.500 ejemplares, sin ser jamás refutado circunstanciadamente.

Como es sabido y está probado, ni el general Pinochet ni su delegado, el general Arellano, que encabezó una comitiva que tenía por misión regularizar y acelerar los juicios militares en octubre de 1973, tuvieron nada que ver con fusilamientos ilegales que se perpetraron en algunos de los lugares que ella visitó. Bueno, pero como estamos en Chile y de lo que se trataba, por parte de la izquierda, era de “condenar por los diarios” a Pinochet, obedeciendo la consigna dictada por Brezhnev y el KGB, en el hecho no hubo un verdadero juicio. Por algo hace poco habían transcurrido, desde que se inició (sin base legal alguna) en 1998, dieciséis años sin sentencia de término.

En él, el ex Presidente y ex senador fue sobreseído por muerte. Su general delegado también lo ha sido en un proceso, que está en las manos de un enésimo ministro sumariante (en este caso, “enésima”, Patricia González). Pero ni ella ni sus antecesores han cumplido el mandato legal expreso del artículo 107 del Código de Procedimiento Penal, que les ordena examinar si existe una causal de extinción de la responsabilidad para, en caso afirmativo, poner inmediato término al juicio. En éste hay a lo menos dos causales, la amnistía y la prescripción, pero no se aplican, porque la ley penal para los militares no rige.

Bueno, han pasado quince años de esa situación de atropellos increíbles, políticamente motivados, y hace unos días leí que un comandante, a quien en mi libro señalé como responsable directo de 55 fusilamientos ilegales perpetrados al margen de todo conocimiento u orden de los generales Arellano o Pinochet, ha sido por fin condenado (también ilegalmente, porque se trata de delitos amnistiados y prescritos) ¡a una pena remitida! Es decir, el principal responsable de las muertes que les achacaron a Arellano y Pinochet no pasará un día en la cárcel.

Hasta la gordita Madeleine Albright, Secretaria de Estado norteamericana de paso por Santiago, se permitió decir que Pinochet estaba “bien procesado”, porque para ella, una izquierdista, era lo políticamente correcto. Y resulta que el que apretó el gatillo, sin saberlo Pinochet, ha quedado al fin libre. Los comunistas todavía derraman lágrimas porque Pinochet no fue a la cárcel. Bueno, el que mató a las víctimas que le imputan a éste, tampoco.

Esto es una burla final de los jueces de izquierda, y tiene un fundamento: culpar a Pinochet era lo que políticamente exigía la izquierda. Y por eso el autor de las muertes, que mintió y dijo haberles sido ellas ordenadas por Pinochet, es premiado con la libertad (a la cual, en todo caso, tenía derecho legal en virtud de la amnistía y la prescripción, y por eso no doy su nombre.) Pero ¡cuántos oficiales que no han mentido para salvar el pellejo, como les exige el chantaje judicial de la izquierda, cumplen largas condenas de presidio efectivo! Aunque sólo sea por “haber estado ahí” (y alguno sin siquiera haber “estado ahí”).

El cinismo consiste en dejar libre de la cárcel al que cumple con la exigencia política de la judicatura de izquierda: culpar a Pinochet. Un artículo del Código Penal Chileno de Izquierda (Karen Cariola podría estarlo preparando) seguramente dirá: “Ningún chileno cumplirá condena alguna, por graves y numerosos que hayan sido sus delitos, si culpa de ellos a Pinochet”.

Otra reciente manifestación de cinismo judicial ha sido sobreseer al general Arellano (que en su ancianidad está hace años privado de razón), pero ¡no sin antes dictar auto acusatorio en su contra, culpándolo de la muerte de dos GAP, guardia armada personal de Allende) en circunstancias de que, como está probado, lo único que hizo Arellano fue ordenar el traslado de ellos, que habían sido apresados en Curicó, a Santiago! Acá llegaron a un regimiento y luego fueron cambiados a otro en San Bernardo, donde fueron fusilados. Nada de eso lo ordenó, y ni siquiera supo, Arellano, que no tenía mando ni autoridad para decidir en el caso.

Pero la actual ministra sumariante lo ha acusado de esas muertes e inmediatamente lo ha sobreseído, lo que impide a su defensa presentar ningún recurso contra el auto acusatorio. Pues el general Arellano nunca quiso alegar amnistía ni prescripción, pues estaba seguro de poder demostrar su correcto proceder y completa inocencia. Creyó que trataba con una justicia de verdad. Bueno, ahora la justicia de izquierda le impide a su defensa, en este caso, demostrar su inocencia, al sobreseerlo por demencia. ¿No es eso un “ejercicio de una acción vituperable”, que es lo que define al cinismo?

En una nueva edición del “libro negro de la justicia chilena”, aparecido en 2013 y titulado “Procesos Sobre Violaciones de Derechos Humanos: Inconstitucionalidades, Ilegalidades, Arbitrariedades”, de Adolfo Paúl Latorre, debería añadirse los dos testimonios de cinismo judicial de que he querido dejar constancia hoy.


Hermógenes Pérez de Arce.

1 comentarios:

Blogger pizarro ha dicho...

La justicia divina tarda......pero llega....!!!

11:41 p. m.  

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