jueves, noviembre 27, 2014

MITOS HISTÓRICOS SOBRE LOS DD.HH.



Ponencia realizada Para la Fundación 11 de Septiembre
Miércoles 12 de Noviembre.



Quisiera dedicar mi exposición en depurar un poco el confuso y antojadizo concepto que hoy se tiene acerca de los derechos humanos.
No fueron inventados ni son propiedad del liberalismo
Para poder hablar de derechos humanos, es necesario primero remitirnos a los orígenes de este concepto. Ciertamente, la historiografía liberal ha pretendido monopolizar este concepto, es de común acuerdo para muchos “expertos”, que los derechos humanos se originan a partir de las discusiones que tuvieron lugar con posterioridad a las guerras napoleónicas, durante la segunda mitad del siglo XIX. Sin embargo, dicha concepción liberal de la historia tiende a olvidar sucesos tan importantes como la declaración de derechos firmada por el monarca inglés en 1689, o la carta magna firmada por esa misma monarquía casi 500 años antes, o las disposiciones de Cádiz realizadas a exigencia de la mismísima Isabel la católica de España.
Éstos y muchos otros documentos, nos muestran como los derechos humanos han sido algo natural y propio de cientos de sociedades civilizadas que ha existido a lo largo de la historia. Incluso se han preservado hasta nuestros tiempos obras tan invaluables como el cilindro de Ciro y el Código de Hamurabi, documentos redactados siglos antes del nacimiento de Cristo y en donde ya se observaba la natural y obvia preocupación de estos pueblos por discutir y definir cuáles son aquellos derechos que como personas podemos disfrutar y exigir, simplemente por haber nacido como hombres y mujeres.
De tal manera, que lo primero que quisiera despejar es la errónea creencia de que los derechos humanos son una suerte de idea patentada por los liberales e izquierdistas en los últimos cien años
En Los DDHH no son una verdad absoluta.
En definitiva, es la historia la que le ha dado forma a los derechos humanos durante siglos. En la actualidad, existe un consenso seudo internacional plasmado en la declaración universal de los derechos humanos firmada el 10 diciembre 1948 en París. Para quienes lo han leído, saben que cada uno de sus 30 artículos son prácticamente innegables, en cuanto corresponden al más puro sentido común de las naciones que lo redactaron. Visto desde esta perspectiva, resulta desalentador pensar que esta declaración es apenas lo que occidente ha logrado ponerse de acuerdo durante sus más de 2000 años de historia.
Lo cierto es que los derechos humanos son nada más y nada menos que los parámetros mínimos que como sociedades hemos definido para la vida de una sociedad más justa, solidaria y civilizada.
De ninguna manera quiero denostar la importancia que poseen los derechos humanos, por el contrario, creo que su verdadero valor radica en que es el resultado del esfuerzo internacional de los pueblos por vivir en paz, y no un decálogo seudo divino que debemos respetar sin cuestionar. Lo cierto es que como cualquier concepto histórico, los derechos humanos son una idea dinámica, cambiante, que evoluciona junto con las naciones. El mejor ejemplo de ello es el HABEAS DATA, una ley considerada recientemente como derecho inalienable que busca proteger la información privada de las personas del tráfico informático.
La universalidad de los DDHH
Otro mito ampliamente difundido en nuestras sociedades, es la errónea idea de que los derechos humanos son para todos. No quiero por favor que se me malinterprete, en lo personal como ciudadano de la República de Chile yo soy beneficiario al igual que ustedes de los derechos humanos y me gustaría que todos los tuviesen. Sin embargo, no debemos olvidar que los derechos humanos son convenciones sociales, es decir, sociedades que conjuntamente convienen y definen derechos que son inalienables al hombre.
Pero existen otras sociedades distintas a las nuestras en donde conjuntamente no se han convenido dichos derechos. Indudablemente esto abre la brecha para discutir acerca de la representatividad que poseen las decisiones de las sociedades no occidentales, sin embargo eso ya escapa de lo que hoy les vengo a hablar. En definitiva lo que trató de explicarles. es que la declaración de derechos humanos que hoy todos convenimos es producto del desarrollo de la cultura cristiano occidental, y no todo el mundo. La población de los países que no adscriben en la práctica a los derechos humanos son casi el doble de aquellos que sí lo hacen.
Inviolabilidad de los DDHH
Cuando nos damos cuenta de que los derechos humanos son en realidad una mera noción cultural consensuada por una fracción minoritaria de las personas en el mundo, entonces se hace necesario que los liberales e izquierdistas se bajen de sus pilares de cristal y guarden las togas blancas. Los derechos humanos no son el cáliz sagrado de las leyes, sino que una poderosa convención social. Una herramienta de unidad, producto de años de luchas y sacrificios, de hombres y mujeres que dieron su vida para que nosotros hoy podamos gozar de estos derechos.
Entendiéndolo de esta manera, nos damos cuenta que los derechos humanos son en realidad un producto muy posterior a la creación de las Sociedades, las Naciones y los Estados. Puesto esta manera, es válido entonces decir que para que existan derechos humanos deben primero existir los otros tres ¿Qué sucede entonces cuando la Nación se encuentra en peligro? ¿Es comprensible que algunas de nuestras concesiones sociales deban ser temporalmente suspendidas con el propósito de proteger el país? Si los derechos humanos existen porque existe la nación, entonces ¿Qué sentido tiene proteger los derechos humanos a costa de la nación.
Los fanatismos y las idolatrías nunca conducen a buen puerto, y eso es lo que sucede con los liberales y su extraña noción de los derechos humanos. Ellos creen haber encontrado en los derechos humanos su becerro de oro, aquella verdad incuestionable tan necesaria para fundar sus doctrinas y regímenes.
Si somos capaces de entender que los derechos humanos son una herramienta para construir la paz y como han hecho en Alemania, utilizarlos en la búsqueda de la unidad, podremos contrarrestar a aquellos que creen que los derechos humanos son una especie de arma sagrada para usar en sus  batallas ideológicas.
Simón J. Ballivián Wiechmann.

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