miércoles, febrero 19, 2014

LA ZONA DE CONFLICTO EN LA ARAUCANÍA.


APROVECHANDO unos días de vacaciones en el sur, visité la zona de Ercilla, uno de los epicentros del “conflicto mapuche” en La Araucanía, para formarme una impresión personal y sentir la temperatura ambiente de la situación. El panorama es desolador y preocupante.
Según el discurso, las “forestales” son el origen del problema, visión que cuadra con la sensibilidad que determina hoy a la ciudadanía, pero los ataques los sufren sobre todo, y con especial impacto, parceleros y contratistas dueños de algunas máquinas y camiones, muy probablemente porque son el “eslabón” más débil y susceptible de intimidar. Para ellos el daño es devastador.
Los parceleros son asignatarios de la reforma agraria. Existen también otros propietarios, algunos de los cuales lindan en la pobreza, que tienen títulos de dominio que se remontan incluso a 100 años. Ninguna culpa tienen del conflicto mapuche. Pero todos son hostilizados mediante amenazas a su integridad personal, tomas de sus predios y quemas de plantaciones, viviendas y galpones. Muchos los han abandonado y ahora están ocupados por miembros de la etnia mapuche que hablan de manera desafiante de “recuperación de tierras”, en circunstancias que es propiedad privada que no ha sido adquirida por el Estado para entregárselas y nadie sabe si sucederá. Otros se han quedado y resistido, pero algunos ya no pueden más y saldrán próximamente, porque la Conadi ha prometido comprarles en breve sus tierras. Un “premio” a la constancia, aunque nada paga lo que han debido sufrir. Lo preocupante es que todo hace suponer que esa compra no será el fin del problema, ya que el éxito de la presión ejercida generará apetito por otras tierras, y más violencia e intimidación. Puesto que no existe claridad respecto de lo que se pretende en cada zona, las demandas se van agregando a medida que pasa el tiempo. Mirando el mapa, uno puede anticipar hacia dónde avanzará la ola reivindicadora y los nombres de quienes la sufrirán, que serán los que harán noticia en los próximos años.
Hay quienes dicen, sin negar los hechos reseñados (que son indesmentibles), que todo eso es una visión distorsionada, porque son fenómenos muy localizados y la abrumadora mayoría de las comunidades indígenas no están comprometidas con la violencia. Además, que la industria forestal ha cambiado su enfoque y ha comenzado a trabajar con las poblaciones con las que se vincula -no sólo indígenas- para evitar roces innecesarios, que muchas veces están en el origen de las confrontaciones, y efectuar un aporte social. Todo esto es cierto y muy positivo, pero no le resta gravedad a lo que sucede en dichos lugares, pues para los que sufren la inseguridad y el vejamen por algo que no son responsables, poco les importa el argumento estadístico.
Pero más que nada, porque lo que suceda en zonas como Ercilla constituirá un precedente y un mensaje para otros sectores de La Araucanía y comunidades indígenas. Si en aquellas prevalece el quebrantamiento del estado de derecho, lo que se transmitirá será que la violencia y el desacato a la ley son rentables. Entonces, los nuevos enfoques y políticas de buena vecindad no habrán sido suficientes y el conflicto se extenderá, quizás en forma incontrolable.
Axel Buchheister.

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