jueves, enero 30, 2014

EL PIÑERISMO DE BACHELET.

"Piñera y Bachelet quisieron que el núcleo duro de su gobierno estuviera formado por sus amigos. Sus jefes de campaña (los dos Rodrigos: Hinzpeter y Peñailillo) se transformaron en ministros del Interior... "

¿En qué se parece el gabinete recién nombrado por Michelle Bachelet al equipo ministerial con que Sebastián Piñera comenzó su gobierno en 2010? En todo.

Piñera y Bachelet quisieron que el núcleo duro de su gobierno estuviera formado por sus amigos. Sus jefes de campaña (los dos Rodrigos: Hinzpeter y Peñailillo) se transformaron en ministros del Interior. Los voceros de sus comandos fueron después los voceros del gobierno. Y también vemos cómo sus amigos políticos más cercanos (Arenas, Elizalde) tomaron los cargos que quisieron. Heraldo Muñoz, nuevo ministro de RR.EE., era de los pocos que tuvieron acceso a ella durante los años en la ONU. Todo queda en familia.

La prensa ha destacado la presencia de los partidos en el nuevo gabinete. Es verdad que hay 6 ministros PPD, 5 DC, 5 PS, 1 PC, etc., pero más allá del carné, ¿cuántos de los ministros importantes son realmente gente de partido? ¿Cuántos de ellos van por gusto a la sede partidaria, y no porque muy de tarde en tarde deben asistir a una reunión inevitable?

Las grandes figuras de los partidos que componen la Nueva Mayoría, esa gente que tiene experiencia, peso específico y un carácter fuerte para no dejarse "mandonear", están ausentes, como también sucedió en 2010. Quizá recojan una embajada, que los mantendrá alejados sin dejarlos resentidos, pero el mensaje que han recibido es que ya no ocupan un lugar en la mente y el corazón de Michelle.

En 2006, Michelle Bachelet nombró a los que podía, y tuvo que tragarse un gabinete que no siempre fue de su agrado. Ahora, poderosa e imprescindible, pudo nombrar a los que quiso: se dio un gusto que antes no podía permitirse. Piñera 2010 y Bachelet 2014 comparten idéntica convicción de que sin ellos su sector está perdido, se saben poderosos y lo hacen sentir.

También imitó a Sebastián Piñera en la mala práctica de sacar a parlamentarios del Congreso y nombrarlos en el equipo ministerial, como si en la Nueva Mayoría no hubiera suficientes figuras de renombre y capacidad como para formar varios gabinetes.

En "David Copperfield", Dickens alude a esa extraña sensación de haber ya vivido lo que tenemos delante, de haber estado rodeados por los mismos objetos y circunstancias. El acto del pasado viernes nos trajo esa sensación de déjà vu . Pero hubo una cierta novedad, porque su acto no significó una repetición del pasado concertacionista, sino una continuación del modelo del primer Piñera, un estilo que el actual Presidente ha reconocido que le trajo graves problemas.

Sebastián Piñera tuvo que corregir muchos de esos errores en la mitad de su gobierno. La duda ahora no es si Bachelet hará lo mismo, sino cuándo realizará el primer cambio de gabinete y, obligada por las circunstancias, deba hacer un lugar a los denostados partidos.

Con el reparto del resto de los cargos Bachelet no tuvo inconvenientes en mostrar ecumenismo. Nombró a una comunista en un lugar donde estará muy contenta y podrá desplegar su progresismo sin entrabar el funcionamiento político del gabinete. Aquí y allá puso caras nuevas, para dar sensación de cambio y mantener equilibrios de género, regiones y sensibilidades.

Hubo, sin embargo, una movida donde mostró su astucia política. Le entregó precisamente a una DC, Ximena Rincón, la Secretaría General de la Presidencia, es decir, la tarea de sacar adelante su programa político. La Democracia Cristiana fue el partido que más problemas tuvo para digerir algunos puntos del programa de la Nueva Mayoría que iban directamente en contra de su ideario. Con este nombramiento la neutraliza.

Pero Ximena Rincón no es una DC cualquiera, sino una particularmente díscola, con un fuerte carácter y posturas discordantes con los viejos cuadros de su partido: una suerte de Lily Pérez de su sector. Al tender la mano hacia una figura que había estado maltratada y se sentía herida, al rescatarla del aislamiento y hacerla entrar en su círculo íntimo, Bachelet gana su gratitud eterna. Con Enrique V, le dice a Rincón y sus más cercanos colaboradores: "Nosotros, los pocos, los felices pocos, la banda de hermanos". Olvida, sin embargo, que esto no es una familia sino un juego muy distinto, la política. Ya tendrá cuatro años para recordarlo.
 
Joaquín García Huidobro.
El Mercurio.

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