jueves, agosto 23, 2012

LA LUCHA ES ENTRE LA DERECHA Y LA IZQUIERDA... Y LO SEGUIRÁ SIENDO.


En medio de la llamada "movilización estudiantil", el 3 de julio del 2011 (¡hace 13 meses!) publiqué un artículo que incluía este párrafo: "El actual gobierno y el ministro de educación, que frente a estas manifestaciones tienden a actuar como si fueran "de verdad" y no —como todos sabemos— otro recurso de combate político que clama por ser desenmascarado, anuncian que recogen estas "inquietudes" y el envío de ellas al Congreso para que allí se examinen y discutan."


Pero los del gobierno no se atuvieron a eso. Visto que los movilizados no se dieron por notificados de ese anuncio e incrementaron su actividad de protesta, el Presidente declaró en el extranjero que el tal movimiento le parecía "digno, grande, hermoso" y de vuelta en Santiago se sentó con el entonces ministro del área a redactar un plan que luego se comunicó por TV con una destreza mediática que obligaba a pedir la cabeza de los asesores (cosa que creo hice, por Twitter).

Aunque la presentación televisiva hubiera sido digna del Oscar, siempre me pareció imposible conseguir que quienes aparecían liderando la agitación se avinieran a entendimientos ni negociaciones. Por eso advertí que hacían muy mal en abrirle las puertas de La Moneda a los jóvenes destacados por el PC. Ese gesto sólo cooperaría a fortalecer artificialmente el perfil de liderazgo de los activistas volviendo las movilizaciones todavía más virulentas, temor que se cumplió íntegramente.

Completándose el 2011 se veía clara la demora en la toma de la iniciativa por parte del gobierno, sobre todo considerando que los mejores expertos del área de educación están y siempre han estado en la centro derecha (Gonzalo Vial [QEPD], Patricia Matte, Harald Beyer y muchos otros), hecho que resultaba más irritante mientras —entrando en el 2012— los verdaderos culpables de la debacle escolar se aprovechaban de la situación .

La afortunada llegada de Harald Beyer aportó la visión y destreza en la disciplina que estaba haciendo falta y que seguramente incluía condiciones a La Moneda para dejarle espacio de maniobra sin que se repitieran los papelones como el de la foto y aquel del cual Felipe Bulnes pudo zafarse sólo después de arduo trabajo.

El efecto ha sido el esperado. Privado de tribuna y reconocimiento exagerado del gobierno, el movimiento ha perdido convocatoria y ha ganado en rechazo de la ciudadanía, que —por más esfuerzos que hace la oposición— reconoce que las cosas se están llevando por los cauces adecuados con algunos logros que han conseguido para las autoridades recuperar el prestigio antes dilapidado por vacilación e impericia.

Faltando avanzar en el plano mediático, donde a estas alturas debería estar clara la manipulación que para algunos de nosotros ha sido evidente desde el primer minuto, hoy la ciudadanía se muestra cansada de la violencia y la pretendida legitimidad del movimiento se empieza a trocar en rechazo.

El mismo Presidente ha migrado desde lo de "digno, grande, hermoso" a "Ayer, con una presunta marcha estudiantil, vimos nuevamente una jornada de violencia, vimos a delincuentes que quemaron tres buses del Transantiago"

Pero a don Sebastián Piñera le falta todavía claridad cuando declara "esta no es una lucha del gobierno con la oposición, de la derecha con la izquierda", creyendo que con eso aísla a los exaltados, a los violentos, para que puedan ser rechazados por todos.

Aparte de que eso NO ES CIERTO, porque esta es una forma de lucha opositora con claro involucramiento del sector que lidera el PC con logística y financiamiento exterior, el Presidente pierde la oportunidad de sacar al pizarrón a los que han maquinado (y seguirán maquinando) TODAS las manifestaciones que no cesarán sino hasta que hayan conseguido recuperar La Moneda, sea en el 2014, en el 2018 o cuando sea.

Esta lucha ES entre la derecha y la izquierda. O, para los más "centrados", entre centro-derecha y centro-izquierda.

Y, si no lo hizo durante los 20 años en que gobernó con el modelo de libertades heredado del gobierno militar, nada indica que la centro-izquierda esté dispuesta a asumir su derrota ideológica ni menos todavía a conformarse con ceder el poder político amañado durante esos 20 años.

CIRO CÁRDENAS A.
DESPIERTACHILE.CL

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