domingo, abril 29, 2012

LA HERENCIA DEL GENERAL PINOCHET.


Gran expectativa generó en los medios de comunicación conocer quienes fueron las personas designadas por Pinochet para recibir su herencia como también saber cuantitativamente el monto o el valor de la misma.


El centenar de periodistas que se apostaron desde muy temprano para cubrir la noticia refleja lo presente que pareciera aún estar Pinochet en nuestro país. Quizás algunos lo extrañan al recordar la autoridad, el orden y la convicción con qué gobernó, como también su carencia de ineptitud a la hora de abordar conflictos extremos, incluidos los bélicos. Otros podrán extrañarlo por la unidad política que generaba su figura a la hora de atacar a su régimen; amalgama que eficazmente funcionó por más de veinte años. Quizás también algunos de sus enemigos tenían la expectativa de que el bochornoso montaje, pero no por ello menos dañino, de los lingotes fuera una realidad. No pueden creer que el caballero no se haya embolsado miles de millones de dólares, los cuales los hechos demuestran inexistentes. Lo cierto es que, aunque en La Moneda les incomode, bastó una aparente intrascendente noticia relacionada a él – lo que no ocurría desde hacía un buen tiempo- para lograr colmar los medios de comunicación nacionales como internacionales ¿Por qué? Se preguntaran los expertos que adornan el segundo piso de la casa de gobierno. O tal vez quienes intentan desesperadamente mantener viva a la Concertación. Pareciera ser que aun cuando Pinochet falleció hace más de cinco años, su figura, o mejor dicho, su herencia, esta muy presente en nuestro país. Lo que nadie se atreve a decir públicamente es que los reales herederos de Pinochet somos todos los chilenos, y su herencia se ve reflejada en un país próspero y democrático, estable y con una de las economías más sanas y abiertas del mundo. Un país merecedor de innumerables elogios y ejemplo para muchos. La herencia de Pinochet está presente a pesar de haberle sustituido su firma de la Constitución, haber cambiado nombres de calles y obras públicas, o de estar ad portas de prohibir por ley cualquier homenaje o monumento en su nombre. Se quiera o no, los pilares y las bases de nuestro sistema político, económico y social es la herencia de Pinochet. Así, los herederos de Pinochet lo son las Camila y Camilo, los Boris, los Iván, los Pablo, los Sebastián, las Michelle, los Andrés, los Nicanor, los Laurence, las Evelyne, los Carlos, etc. Algunos no lo admitirán, otros lo rechazaran, unos celosamente lo aceptan y otros lo admiten única y exclusivamente en privado. Es por ello que hoy en día en nuestro país el debate y el conflicto en que vivimos no es más que la aceptación o rechazo a la herencia de Pinochet. El país, más allá de las clasificaciones sociales que se desee etiquetar, lo que se esconde detrás del vociferado “movimiento social” – destacó con ello la capacidad de la izquierda para manipular, desvirtuar e imponer conceptos- no es más que el intento por rechazar la herencia del gobierno militar, la herencia de Pinochet. Y todo indica que así será. El rechazo hacia la herencia de Pinochet encuentra cabida en el Chile de hoy ya que desde 1990 los herederos políticos jamás pretendieron defender aquello que heredaron y construyeron junto a los militares. Se acomodaron, como aquel hijo joven, soberbio y altanero, que hereda una empresa que sus padres lograron construir con sangre sudor y lágrimas, usufructuando de sus rentas, mientras otros la administraban, deterioraban lentamente, y transmitían a las nuevas generaciones lo dañina de ella para la sociedad. Los herederos políticos, aquellos a los que Pinochet quiso como hijos –según uno de ellos mismos me dijo- estuvieron veinte años cómodamente asignándose cupos parlamentarios, dialogando y perdonando los robos en sobres de los administradores, engordado sus bolsillos y el de sus amistades, mientras con su silencio y carencia intelectual ayudaban a socavar los ideales y convicciones de la herencia, erosión hecha por el trabajo constante de una izquierda gramsciana que apostaba a la cultura como su principal arma para la imposición de su “revolución”. Cultura expresada en la música, en el cine, la televisión, y en todo aquello que sirviese para adoctrinar inconscientemente a una juventud que crecía en democracia. Todo ello mientras aquella izquierda recibía millonarias dadivas “compensatorias” por no alborotar el orden social de los admiradores. Los enemigos de Pinochet, aquellos que fueron derrotados en 1973, los mismos quienes desean de Chile otra Cuba, son quienes hoy lideran las violentas arremetidas en contra de lo que llaman el “modelo impuesto por la dictadura”. Sus furias y odios, hoy desvirtuada conceptualmente bajo indignación social, no es más que sus intentos por destruir lo que consideran la herencia de quien representa su peor fracaso. Rechazan la herencia porque les costó sus sueños y sus convicciones. Acabaron con su figura y ahora necesitan destruir su obra, su herencia, para construir aquella sociedad del hombre nuevo, con un Estado omnipotente y omnipresente, y un relativismo moral que ya palpamos. Y van por buen camino. Hoy por fin los herederos políticos de Pinochet son gobierno gracias a la maquiavélica opción que menos representaba al gobierno militar, y lejos de defender y aceptar la herencia de Pinochet, carentes de autoridad, convicción y aptitud, sucumben al rechazo expresado en las calles por algunos pocos que parecieran ser muchos. Hacen irrisorios e innumerables esfuerzos por congraciarse con la izquierda, y no dudan en levantar banderas ajenas siguiendo las conveniencias que la última encuesta dictamina. De esta forma, para mi es claro que la herencia de Pinochet será rechazada por todos sus herederos, por lo que Chile caminará rápidamente rumbo a la mediocridad que suele caracterizar a nuestro continente bajo gobiernos populistas que hoy, y así será en nuestro país, esconden sus históricas falencias gracias a la abundancia económica que sus riquezas naturales ofrecen. Este disfraz permanecerá en su lugar mientras el precio de las materias primas así lo permitan, la abundancia por definición esconde la carencia. ¿Por cuánto tiempo? ¿Cinco, diez años? Tal vez menos, tal vez más, pero lamentablemente para nuestro país, tras desaprovechar nuevamente una gran oportunidad para lograr el tan prometido desarrollo, cuando el derroche, las prebendas, y regalías sociales que fomentan la mediocridad no puedan ser financiadas, muchos recordarán el error que fue haber rechazado la herencia de Pinochet.


RODRIGO GARCIA PINOCHET.
DESPIERTACHILE.CL

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